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sábado, 30 de octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ GILABERT, EN LAS MANOS DEL PUEBLO

Por Román Serrano López
I.E.S. “HERNÁN PÉREZ DEL PULGAR”

Nuestro destino es parar en las manos del pueblo.
Miguel Hernández



En el poema “Canción última” de El hombre acecha, Miguel Hernández expresa, como él sabía hacerlo, que su casa “pintada del color de las grandes pasiones y desgracias” regresará del llanto a donde fue llevada y, en el último verso, formula con la fuerza del imperativo ese “dejadme la esperanza”. ¿A quién se dirige el poeta, el hombre aquel a quien calificaría más tarde Carmen Conde como “el más inocente y confiado de los muchachos”?
Ahora, que nos estamos aproximando al 30 de octubre de 2010, día en el que se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, uno se pregunta qué sentiría Miguel Hernández al ver tantos y tantos homenajes que se le están haciendo a lo largo y ancho de la geografía que un día no muy lejano anduvo, primero como soldado, luego como fugitivo y como preso después. Con motivo del centenario son muchos los artículos y los ensayos que están apareciendo sobre la vida y la obra de Miguel Hernández. Se están vertiendo ríos de tinta para escribir sobre su familia, sus amores, su compromiso político y social, sobre la ética y la estética de su poética… A quienes conocimos la poesía del poeta de Orihuela hace ya muchos años, todo esto no puede producirnos sino alegría porque al fin se haga justicia con la obra de quien ha sido para muchos de nosotros uno de “esos héroes civiles e íntimos” que buscábamos en nuestra juventud para contrarrestar a los que nos quería imponer el franquismo.
Efectivamente, un héroe civil e intimo fue Miguel Hernández hasta que sus poemas empezaron a escucharse en la voz de ese catalán de todos que es Joan Manuel Serrat. Así fue como los textos de Miguel Hernández fueron saliendo de ese espacio cerrado e íntimo al espacio más abierto y público de las reuniones juveniles de los años setenta.
Ya antes de que eso ocurriera, algo tuvieron que ver algunos profesores de bachillerato que empezaban a hablar en sus clases del poeta y a comentar algunos de sus poemas como “las nanas de la cebolla”, pero no era lo habitual debido a ciertas sombras que ocultaban la obra y la vida de Miguel Hernández.
En la década de los años cincuenta hubo algunos intentos de recuperación de su obra desde el ámbito franquista, pero fueron hechos desde la indecencia intelectual con la única pretensión de presentarlo como alguien que había estado en el lado equivocado por ignorancia o debido a las malas influencias, entre las que, por supuesto, se encontraba Neruda, ya que Miguel Hernández era “un hombre radicalmente religioso y –por español- radicalmente cristiano”.

Luego, durante los años de la llamada transición una nube de amnesia cruzaba las tierras del país y el regreso de figuras como Alberti hizo creer a muchos que la deuda con los vencidos ya había sido saldada; pero no era así y fueron necesarios algunos años para que surgiera la reivindicación de la memoria como medida necesaria para recuperar la cultura de la España vencida a la que pertenecía la voz de Miguel Hernández.
En cualquier caso, la obra del poeta es desconocida todavía hoy por esa “inmensa mayoría” que obsesionaba a Blas de Otero y que algún día podría derivar gracias a la educación a la “inmensa minoría” soñada por Juan Ramón Jiménez.
Y mientras ese día llega, seguiremos, quienes entendemos la enseñanza dentro de un compromiso ético con quienes compartimos las aulas, enseñando y divulgando la obra de uno de los mejores poetas en lengua española para darle calor a ese corazón del que Miguel escribió:
Dejemos el museo, la biblioteca, el aula
sin emoción, sin tierra, glacial, para otro tiempo.
Ya sé que en esos sitios tiritará mañana
mi corazón helado en varios tomos.

Nuestro mejor homenaje es darle calor con la luz de nuestros ojos, leyendo en silencio o en voz alta sus versos con nuestros labios, así dejará de tiritar y será corazón en vuelo en las manos de aquellos para los que un día los escribió.

Ciudad Real, octubre 2010.