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lunes, 13 de marzo de 2017

LIGERO DE EQUIPAJE





Ligero de equipaje

(Una lectura de Y portuguesa el alma, de Manuel Salinas)


            He leído el último poemario de Manuel Salinas, “Y portuguesa el alma”, con el mismo afecto que leía sus primeros poemas allá en su cuarto estudio de la casa familiar de la calle San Matías de Granada en nuestra época de estudiantes. El libro está introducido por un magnífico estudio de Sara Pujol Russell que cumple con esa función didáctica que tanto agradecemos algunos  lectores. El prólogo, aunque no lo pretenda  su autora,  puede servirnos de guía para viajar de poema en poema, ya que sus observaciones ofrecen claves que facilitaran nuestra lectura.
            Es el propio Salinas quien dice en “Del lado de la vida” que “todo poeta escribe su autobiografía. Real o ficticia, que más da”. Esto me recuerda lo que escribí allá por los años ochenta del pasado siglo -¡Cómo pasa el tiempo!- en el prólogo para su libro “Zulo de Noviembre”: Salinas ha optado por la aventura de vivir y la convierte en memoria de “una sencilla pasión contra la muerte”. Ahora, añadiría que esa pasión contra la muerte no era sino  una pasión por la vida, la misma que encontramos en “Y portuguesa el alma”, cuyos poemas nos acercan a alguien que como el propio Lope tiene “los ojos niños y portuguesa el alma”.
            Junto a la inocencia de esos ojos niños y de la propensión a enamorarse, en este poemario encontramos la dulzura propia de quien ha nacido tierno de corazón, pues como también decía Lope de Vega “quien no nace tierno de corazón, bien puede ser poeta, pero no será dulce”.
            La inocencia no sólo es presencia conceptual sino que a ella apuntan palabras que transcienden su significado produciendo en complicidad con quien lee una serie de sensaciones visualizadas  en bellísimas imágenes como  “guirnalda donde el aire florece”, “tapia del paraíso” o “agua desgajada de la más alta luz”. Imágenes que nos permiten contemplar con ojos niños el cuadro lírico que crea la palabra transcendida.

Es entrega la inocencia, tapia del paraíso,
agua desgajada de la más alta luz; la belleza
duele en pleno gozo, en pleno
canto, sin pauta, aguda y grave
herida, siempre herida, rosa, rosa siempre.

O la ternura que aparece en la canción “Juncos del Darro”:

¡Qué alegría del agua
entre los junquillos
de la tarde parda!

Juncos del Darro,
de tintes verdes,
¿Adónde iré yo
que no os lleve?

            El recuerdo de Granada no es ya agua oculta que llora sino alegría entre los junquillos de la tarde parda, esa tarde que evoca uno de los símbolos de Antonio Machado al que también alude en “Envío”, cierre del poemario:Y de repente todo se vuelve tan simple que asusta. Se reduce el equipaje. Desnudos como los hijos de la mar. Abandonamos las certezas no sólo porque ya no estamos seguros de nada, sino porque no nos hacen falta. Vivimos de acuerdo a lo que sentimos. Dejamos de juzgar, porque ya no hay ni verdades ni mentiras, sino la vida que eligió cada uno. La verdad ven conmigo a buscarla. ¿La tuya?, quédatela”.
            Estamos ante un poemario de amor, no sólo por el significado de su título, que literalmente sugiere un alma propensa a enamorarse, sino porque corre por los vasos sanguíneos de cada uno de los poemas, como amor que hiere, cura, transforma lo que toca o como lo único que es libre o convida a tocar con las manos otro sol más alto.  
            Al leer el verso ¡Qué triste no conocer la tristeza! que cierra el poema “Miserable el momento sino es canto” no he podido evitar la evocación de  Llegué por el dolor a la alegría /Supe por el dolor que el alma existe.  No sé explicar por qué he relacionado estos versos de José Hierro y el Yo sé que ver y oír a un triste enfada  de Miguel Hernández con este ¡Qué triste no conocer la tristeza!  de Manuel Salinas. Quizás del conocimiento de la tristeza le viene esa alegría…, pues como decía Charles Chaplin “sin haber conocido la miseria es imposible valorar el lujo”. De igual modo quien no ha conocido la tristeza no podría  valorar la alegría ni está en condiciones de escribir, como hace Manuel Salinas:

Ninguna espera turba. Siempre igual
y siempre distinto, el tiempo
no cesa. Quiero entregar a la alegría
la alegría recibida, la dulce libertad de quererte.

Siempre, amor, siempre.

            En el campo de la psicoterapia se dice que a las personas no nos gusta sufrir y que huir del dolor y del sufrimiento en la vida es un acto natural y sabio. Sin embargo, muchas personas que han atravesado por una crisis vital llegan a un estado de “feliz desesperanza”. Cuando pasamos una crisis perdemos la fantasía de que controlamos lo que nos sucede y dejamos de proyectarnos en el futuro. Paradójicamente algunas personas encuentran así un camino que les permite vivir en el presente y abrirse a la gratitud y la alegría de la vida. ¿No es esto lo que se aprecia en los poemas de Salinas? La autora del prólogo, en ese diálogo que tiene con el autor, le dice: Escribes siempre en presente, desde el presente, que es, desde el presente que somos, convirtiendo el presente fugaz en permanencia, con pocas referencias al pasado y con muchas al futuro.
            Aunque no aparece la tristeza, es, diciéndolo con palabras de Blas de Otero, algo que no se ve, pero que el yo poético conoce muy bien, tal como se desprende de ese ¡Qué triste no conocer la tristeza! De ese conocimiento se llega a la alegría y quizás porque ver a un triste enfada hay una voluntad de convertir la tristeza en celebración, en belleza y, aunque la soledad no se redime, en el amor se encuentra la salvación, tal como aparece en ese  Ya no es verdad lo que era/vence el que ama/ en musaraña no queda.
            Una de las palabras que aparece con más frecuencia es cielo ¿Cuál es su significado?  Una vez es un cielo firme más allá del cielo; otra se identifica el cielo con el mundo: Sí, hay mundo. Sí, y es cielo, / es canto, es azul, y es verdad/tanta belleza, tanta llama en la noche, /tanta llaga que aquieta. O cuando se dice: hagamos del cielo el mejor lugar/ de la tierra. ¿Acaso no está expresando que ese paraíso soñado, anhelado, ha de construirse en este mundo, en la tierra, y no en otro? ¿Es la construcción de la utopía aquí? Todo ello engarzado con la idea de compartir, de querer en el otro: Sólo la mano que perdona, / el pan que se reparte, es pan/y flor y vino y ola y luz y hierba. Sólo/ este querer en ti, este compartir/ el susurro de las hojas es aire, víspera, /primavera junto a la primavera.
            Hacer de ese cielo el mejor lugar de la tierra sólo sería posible si cumpliéramos lo que se dice al final del poema Esprit de Finesse:   Mar arriba hay un cielo /que ayuda a entender el nuestro. /Haz el bien, porque es bello. Sé feliz. Te va la vida.
            … Es la hermosura, la indulgencia que nos ayuda a sentir que lo que bien se reparte, bien sabe. Esa luz: aspirar a ser buenos, y no más.







LA VUELTA










La vuelta


            Al entrar en el blog he comprobado que la última entrada es del 22 de febrero del año 2015. Dos años sin poner ni una palabra. ¿Qué ha sucedido para que haya ocurrido esto? No he dejado de escribir en este tiempo, pero ni una palabra para el blog que inicié en el año 2010 cuando todavía me dedicaba a la enseñanza de la Literatura. Recuerdo la ilusión con la que inicié esta aventura. Para mi era algo desconocido y gracias a mis alumnos de entonces y a un compañero me decidí a ello. Pero un día dejé de frecuentarlo… ¿Qué ocurrió? ¿A qué se debió este silencio? ¿La desgana? ¿La pereza? ¿Falta de ilusión? ¿La conciencia de que lo que escribo apenas si interesa? Quizás un poco de todo.
            Dos años que han pasado como el relámpago. Ya no estoy en el instituto y la enseñanza dicen que cada día está peor. Me llega el desánimo desde las aulas. En la radio escucho la oposición a la regresiva LOMCE aprobada por la mayoría absoluta del partido gobernante. No hay debates sobre la educación, quizás porque predomina la mala educación. La política en general es como una de las plagas de Egipto. Sólo se habla de corrupción y de cómo caen los líderes de algunos partidos, mientras que otros se eternizan en el poder. Europa se desmorona y el virus de los nacionalismos se extiende amenazando el proyecto de la Unión Europea. Después de la caída del muro de Berlín en 1991 otros muros se están levantando ante la indiferencia y el silencio de las poblaciones. El muro de Israel, el de México, el del Sur de Europa. El exterminio de la población siria y de otros países… Ver cómo en Turquía se extiende  la sombra de un dictador con la complicidad de los gobiernos europeos. Todo ello produce una desgana que conduce al silencio. ¿Escribir sobre estas cosas? ¿De qué escribir? De los problemas de las personas con las que vivo, paseo, dialogo. Será la herida del tiempo, la perdida de seres queridos…Todo pone su granito de arena para que al final se imponga la desgana  y el tren del último curso haya perdido su fuelle, su energía…
            Pero de pronto ha ocurrido algo. Decido volver, sin importarme si lo que escribo importa a alguien ajeno a mis amigos. Existe la vida Hay muchos motivos para escribir, muchas cosas sobre las que hacerlo  y siempre habrá alguien a quien no le importe subir en el tren del último curso por si encuentra  otro  milagro de la primavera.
Voy a ello.