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miércoles, 5 de octubre de 2011

CINCO DE OCTUBRE: DÍA MUNDIAL DEL DOCENTE




Hoy coincide la celebración del “Día Mundial del Docente” con una convocatoria de huelga en el sector de la enseñanza en las comunidades autónomas de Madrid y de Castilla-La Mancha. Seguramente que la mayoría de los profesores desearían celebrar esta jornada ejerciendo su labor en las aulas, pero las circunstancias, como diría el maestro Ortega, obligan a adoptar actitudes reivindicativas, pues el profesor consciente sabe que un docente es algo más que el que enseña, sin duda, es un individuo y sus circunstancias. Y estas circunstancias son hoy complejas y difíciles.

No recuerdo un ataque a la enseñanza pública tan descarado (desvergüenza, atrevimiento, falta de respeto), tan burdo (tosco, basto, grosero) y con tal cinismo (desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables) como el que se está produciendo en estos últimos meses desde los gobiernos de la Comunidad Autónoma de Madrid y de la de Castilla-La Mancha.

No hay día en el que los responsables de la política educativa de uno y otro gobierno autonómico no den ejemplo de declaraciones atrevidas e irrespetuosas hacia los profesores de la enseñanza pública.

No hay día en el que no se escuche alguna declaración grosera sobre los que ejercen su labor docente en los institutos de enseñanza secundaria.

No hay día en el que no sorprenda la desvergüenza en la defensa de las acciones vituperables que están llevando contra el sistema público de enseñanza escudándose en las dificultades económicas.

Mientras tanto los centros educativos concertados (centros privados sostenidos con dinero público) siguen recibiendo dinero para llevar a cabo las actividades que se les niega a los centros estatales.

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha dicho en varias ocasiones que estas huelgas del profesorado de la enseñanza pública son huelgas políticas. Desde luego, en esto la señora Aguirre, doña Esperanza es una clásica: para la derecha todas las huelgas que se hacen cuando está en el gobierno son políticas. Hay que reconocer que dominan el lenguaje de la confusión. Ellos nunca llaman al pan, pan; ni al vino, vino. No fue casualidad que el barroco surgiera en una época en la que quienes ostentaban el poder y el (des) gobierno en España fueran los miembros de una clase que siempre ha sido una especie de losa para el progreso de los derechos democráticos en este país, al que un pariente de doña Esperanza llamó “este país de todos los demonios”.

Se quejan algunos gobernantes autonómicos de que se diga que están recortando en los derechos fundamentales como son la educación, sanidad y la atención a las personas con dependencia; ellos lo llaman “reestructuración del gasto”. Pues bien, su reestructuración del gasto está suponiendo el despido de profesores, el que trabajadores que atienden a personas dependientes estén percibiendo la mitad de su sueldo (ni por asomo similar a los 120.000 euros anuales que cobra un miembro del Consejo de RTVE) que no llega en muchos casos a los 1000 euros mensuales.

La huelga de los profesores no es una huelga política en el sentido tergiversado que los políticos de derechas y sus acólitos dan a la palabra política; más bien es una huelga cívica llevada a cabo por ciudadanos conscientes de que está en juego un modelo de sociedad que ha costado mucho construir, sin olvidar los sacrificios de varias generaciones que lucharon, sufrieron penurias y soportaron humillaciones con el único deseo de que sus hijos vivieran mejor que ellos.

Defender la enseñanza pública (y estatal) que hemos conseguido en España es defender los derechos civiles irrenunciables para vivir en una sociedad democrática, en la que el hijo de un trabajador asalariado tenga derecho a las mismas oportunidades que el hijo de un oligarca. Ya existen demasiadas diferencias históricas, genéticas o de otro tipo para que también establezcamos diferencias en las reglas del juego en el que todos tenemos derecho a participar sin que nos marquen las cartas.