A Pablo Céspedes, in memóriam
En 1985 publiqué en la revista Estaribel un poema de Manuel Alcántara sobre Puertollano. Hoy, al enterarme del fallecimiento del escritor, quiero reproducir en El tren del último curso aquel poema con el análisis que hice en aquel tiempo. Lo publico sin cambiar una tilde, aunque el paso del tiempo podría dar lugar a otras lecturas.
PUERTOLLANO
A CIELO ABIERTO, UN POEMA DE MANUEL ALCÁNTARA
Manuel Alcántara nace en Málaga en el
año 1928. Coetáneo de poetas como Agustín Goytisolo (1928), José Ángel Valente (1929),
Jaime Gil de Biedma (1929) y Jesús López Pacheco (1930), entre otros. Todos ellos viven la guerra civil en su niñez
y surgen en el ámbito de la poesía española en los años cincuenta. Y se les ha
etiquetado como poetas “sociales” o “comprometidos” frente a los poetas
oficiales. No es fácil encontrar el nombre de Manuel Alcántara en trabajos
especializados. A este inconveniente se le ha de añadir la escasa validez de
los esquemas generacionales, por lo que no pretendo, a falta de otros recursos,
etiquetarlo ligeramente. También porque no es mi intención actual centrarme en
el autor y sí en un poema suyo que tiene un especial interés por estar
relacionado con Puertollano.
El poema de Manuel Alcántara que transcribo
es el titulado “Puertollano a campo abierto”:
Del viento o de la tierra,
solamente del viento,
de la luna metálica,
del oscuro poblado de los muertos.
De allí salieron mástiles
y campamentos.
Del azulado puerto de su nombre
marinero y minero.
De la alta mar del llano
o de los territorios de su puerto.
Hombro con hombro.
Hombre con hombre y a esfuerzo.
Barracas y tinglados
sobre los muertos.
Labriegos de lo hondo,
callados ciudadanos del subsuelo,
inventan los metálicos linajes,
la estirpe del acero,
la patria oscura del carbón dormido
junto al plomo enlunado y mal despierto,
el hierro laboral
y el manganeso
de niebla delicada
hecho con vetas de silencio.
¿Para qué sirven las palabras?
La procesión terrestre va por dentro.
Bajo la voz y escondo la vergüenza
cuando miro sus manos y mis versos.
Bajo la voz.
La bajo hasta la mina
para hablar con algún minero muerto.
Se inicia el poema con elementos
mitológicos: el viento, la tierra, la luna. La creencia de que los hijos vienen
de la Tierra surge de la idea de la Tierra como madre engendradora. En la
mitología clásica se les considera a los vientos hijos del Cielo y de la
Tierra. Los vientos simbolizan, en general, el sentido activo o violento del
aire. La luna significa el mundo de las tinieblas. Horacio la llamó “reina del
silencio”. La luna está sujeta a la ley universal del devenir, del nacimiento y de la muerte.
Actividad, oscuridad, silencio y muerte configuran ese mundo cuya
representación comienza en los primeros versos del poema.
En los siguientes versos (7-10) se desmenuza la palabra Puertollano en puerto y llano. El poeta
ahonda en sus valores polisémicos y metafóricos. La palabra “puerto” ofrece los
siguientes significados en el Diccionario de la Academia (RAE): 1) lugar en la
costa, defendido de los vientos y dispuesto para la seguridad de las naves y
para las operaciones de tráfico y armamento; 2) depresión, garganta o boquete
que da paso entre montañas. Esta polisemia permite el rendimiento metafórico de
los versos 9 y 10.
En el verso 11 y 12 se inicia la
epopeya de un colectivo del que se señala la solidaridad cuando escribe “Hombro
con hombro”, el compañerismo y el esfuerzo en “Hombre con hombre y a esfuerzo”.
Barradas y tinglados
sobre los muertos.
Con estos versos se hace una tenue
referencia a la existencia de cobertizos y otros tipos de albergue construidos
toscamente y con materiales ligeros. En una visita a Puertollano, finalizando
los años setenta, otro poeta, Carlos Álvarez, captó también esas “barracas y
tinglados” y lo testimonia un poema suyo en el que escribe:
“…, entre aquellas
Laderas proletarias
me encontraba
Cuando dio, Celso
Emilio, su tañido
Por tu voz en
silencio la campana
Que en mi interior
se oía.
Laderas proletarias,
barracas y tinglados
Un paisaje urbano
nada idílico.”
Labriegos de lo hondo,
Callados ciudadanos del subsuelo.
En este mundo donde el minero es
ciudadano, la oscuridad y el silencio son los elementos dominantes. Ese mundo
que es reflejo de una patria también oscura y en silencio.
Y luego el poeta se pregunta: “¿Para
qué sirven las palabras?”. Aparentemente no hay respuesta, pero prestemos
atención al siguiente verso: La procesión
terrestre va por dentro
De nuevo el poeta nos remite a un mundo interior.
Estas referencias al mundo del subsuelo son como ausencia de otro mundo del
exterior que apenas se nombra. Ausencia que es constante presencia de una
realidad que se presiente aunque no se nombre, que se toca y no se ve. Este
verso “la procesión terrestre va por dentro” es una variante de la frase familiar
“la procesión va por dentro” que refleja el sentir, la pena, la cólera o la
inquietud aparentando serenidad o sin darlo a conocer…Y así las cosas, el poeta
baja la voz.
Veamos el doble sentido que puede
tener el vocablo “bajar”: 1) minorar o disminuir alguna cosa; 2) ir desde un
lugar a otro que ésta más bajo. El primer sentido es el que tiene en Bajo la
voz y escondo la vergüenza/cuando miro sus manos y mis versos.
Disminuye la voz y esconde la vergüenza que siente
cuando mira las manos de los mineros -símbolo
de una realidad- y sus versos –símbolo de una actitud- que adquiere carácter “social”
en el sentido que el término tiene para Gabriel Celaya para el que lo “social”
es un eufemismo para designar esa mezcla de indignación y vergüenza que uno
experimenta ante la realidad en la que vive. En un segundo sentido el poeta
baja la voz hasta la mina, el mundo del subsuelo donde tiene la esperanza de
encontrar un interlocutor. Este empleo del doble sentido de la palabra, la
necesidad de la ambigüedad viene de la dificultad de la censura que impide la
expresión directa y clara en un tiempo “hecho con vetas de silencio”.
Y para concluir diré a manera de
epílogo, pues la interpretación del texto queda abierta, que este poema de
Manuel Alcántara escrito con anterioridad a 1975 es, como cualquier otro texto
literario, reflejo de un tiempo histórico determinado, tiempo donde el
silencio, la oscuridad y la muerte configuraban una atmósfera en Puertollano
que ha quedado registrada en el texto.