Supe
que Manuel Salinas iba a ofrecer un recital de su poesía en El Ateneo de Granada y que iba a ser
presentado por Álvaro Salvador. Me apetecía asistir. Era una oportunidad para acompañar
a Manolo leyendo sus poemas y ver a Álvaro después de más de cuarenta años. Se
lo dije a Manolo (Salinas) por teléfono y me invitó a que me llegara hasta
Málaga, a su casa. Vente en el AVE y el lunes salimos en coche hasta Granada.
Pensado y hecho. El domingo llegué a Málaga a medio día. Por la tarde me llevó
a ver el Museo Ruso donde se expone una magnífica colección de cuadros de
pintura de la que el hilo conductor es la mujer: Santas, reinas y obreras. La galería de retratos femeninos
seleccionados es una muestra de la pintura rusa, con autores como Konstantin
Makovski o Fedot Sichikov, además de una radiografía social a través de personajes femeninos de todas las épocas.
Entre los retratos de la muestra destaca el de una niña con una sonrisa que
cautiva. Su autor es Fedot Sichikov (1870-1958). Me marcho de la exposición
impresionado por esa sonrisa cuya contemplación justifica sobradamente la
visita.
El
lunes por la mañana salimos hacia Granada. Un día nublado, con llovizna, que
nos permitió dar un paseo por las calles próximas a Plaza Nueva. Rememoré la
Granada de mis años universitarios. Comida en un restaurante popular donde
disfrutamos de un estupendo cocido granadino y un riquísimo arroz con leche. En
Granada siempre se ha comido bien y por unos precios honestos.
A
las ocho de la tarde llegamos a la Biblioteca de Andalucía (Biblioteca Pública
del Estado- Biblioteca Provincial de Granada), donde va a tener lugar el acto
organizado por El Ateneo de Granada
que tiene aquí su sede. Veo llegar a Álvaro Salvador. Saludos protocolarios. No
me acerco: prefiero esperar para saludarlo tranquilamente cuando termine el
acto. En estos años hemos cambiado físicamente, aunque en Álvaro encuentro
aquella misma seriedad que ya lo distinguía cuando nosotros éramos estudiantes
de Románicas y él ejercía como profesor ayudante en la Facultad. Hoy, tanto
Manuel Salinas como yo estamos jubilados en la docencia, después de ejercerla
como catedráticos de Lengua y Literatura; Álvaro sigue como catedrático en la
Universidad de Granada y su nombre aparece en los libros de texto como uno de
los creadores de aquel movimiento poético que arrancó por los años setenta del
pasado siglo en Granada: La otra sentimentalidad.
Al
escuchar hoy al catedrático de la Universidad de Granada evoco la imagen del
joven profesor universitario que entonces preparaba su tesis doctoral y sin
pretenderlo me vienen a la mente los clásicos versos de Manrique “como a
nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”, aunque sólo los justifico
por la añoranza de la juventud. Entonces este catedrático de instituto jubilado
que lo escucha no se imaginaba que cuarenta años después lo vería presentando a
aquel otro joven (Manolo Salinas) convertido ya en un reconocido poeta. Hemos llegado a vivir un sueño que en
aquellos años parecía algo inalcanzable.
Durante
el acto Álvaro Salvador recuerda los tiempos de juventud y desgrana algunas
claves de la poética de Manuel Salinas con
el rigor que le es propio. Menciona el libro que publicaron como Colectivo 77 (la región (tachado) POESÍA más transparente), del que conservo un
ejemplar, en un rincón especial de mi biblioteca, con algunas dedicatorias entrañables,
entre ellas la del inolvidable Joaquín Lobato. Manuel Salinas entre poema y
poema comenta algunos rasgos de su obra. Me quedo con la referencia que hace a
un poeta al que admiro y a quien tuve la fortuna de conocer en Puertollano,
gracias a otro magnífico poeta, Jesús Hilario Tundidor, allá por 1969 (el 16 de
noviembre). Me refiero a José Hierro del que Salinas dijo durante su
intervención: Y él sufrió cárceles, no
como otros. Sufrió… Mejor es olvidarlo, porque él lo olvidó. Por el buen gusto
y por seguir respetando lo que él hizo y sin embargo no hay ni un momento de
amargura ni de hablar mal de los demás. Y por eso yo llevo en mi corazón,
y, repito, casi en todos mis libros este
verso: llegué por el dolor a la alegría.
Pienso que este verso, - Llegué
por el dolor a la alegría- del poeta castellano al que sigue este otro: Supe por el dolor que el alma existe, es una de las claves de la nueva etapa de Manolo
Salinas, que se adentra en una poética ubicada en el ámbito de la espiritualidad (cuestión que merecería un
estudio detallado), tal como puede comprobarse en sus últimos libros: Viviré del aire (2014) y en Inacabable Alabanza (2019), del que
transcribo el poema “Y un no sé qué mejor”:
Y UN NO SÉ QUÉ MEJOR
La luz salta en hilos, en arroyos,
se aglomera, juega, se detiene,
caído se ha la aurora. Ahí va.
En qué lumbre de azucenas,
qué pájaro, qué temblor. Allí se alza
la espiga y el naranjel de tu pelo.
Bien sé yo. No hay calma, amor. No:
tu piel junto a mi piel es un incendio
Una
vez terminado el acto con un breve coloquio, firma algunos ejemplares de su
último libro. Aprovecho para saludar a
Álvaro Salvador. No tarda en reconocerme
y hablamos de aquellos años en los que se fraguaron tantos sueños. Luego
los acompaño a tomar una cerveza en uno de los bares típicos de la zona y allí
nos dan las tantas de la noche en torno a la poesía.
A
la mañana siguiente, antes de volver a Málaga con Manolo (Salinas) desayunamos en
el Café Goya, lugar que frecuentaba
de estudiante y donde solía encontrar a Juan Carlos Rodríguez Gómez, entonces
profesor adjunto y más tarde catedrático de la Universidad de Granada. Juan
Carlos Rodríguez acostumbraba a tomar
café en este lugar antes de dirigirse a la calle Puentezuelas donde impartía
sus clases de Literatura en la que era la Facultad de Filosofía y Letras, ubicada
en el edificio del palacio de las Columnas
hasta que en 1977 se trasladó al actual Campus Universitario de Cartuja. Hay quien todavía recuerda su importancia en aquellas décadas de los 70 y
80, en las que desempeñó una labor importantísima en la vida cultural de
Granada a la que estuvo ligado durante muchos años. Juan Carlos Rodríguez Gómez mantuvo una
estrecha vinculación intelectual con el filósofo marxista Louis Althusser, con
quien trabajó en París y al que invitó
para una conferencia en la ciudad de Granada en 1976 y de la que todavía conservo
el texto integro en español que se nos repartió a las personas que asistimos.
De
regreso a Málaga nos detenemos en un bellísimo paraje conocido como La Venta El Pulgar -¿tendrá alguna
relación con Hernán Pérez del Pulgar?- donde paso unos agradables minutos
escuchando la conversación que mantiene Manolo y el anfitrión sobre temas
diversos relacionados con la literatura, la filosofía, la historia del arte y
otras cosas de la vida.
Así
termina mi viaje a Granada para asistir a un acto que me ha permitido un
reencuentro y revivir como algo especial aquellos días de mi vida universitaria
en la ciudad de El Darro y El Genil. Esta visita a Granada me ha desempolvado
muchos recuerdos. Me alegro de haber venido con Manolo Salinas. Se lo
agradezco.
Ciudad Real, 14 de Abril de 2019.
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