Hoy sube al tren del último curso la poesía
de Félix Pillet, nacido en Alicante y residente en Ciudad Real desde 1975,
según consta en la solapa de uno de sus libros. Este catedrático de Geografía
Humana de la Universidad de Castilla La Macha es un alicantino felizmente
aclimatado en la llanura manchega por la que ya no cabalgan ni don Quijote ni
el bueno de Sancho Panza.
Autor de una breve pero interesante obra
poética que se encuentra recogida en los tres poemarios publicados hasta el día
de hoy: “De amores batallas mentiras” (1979); “Con el mar a las espaldas”
(1998); y “Memorias de papel” (2005). En el prólogo “De amores batallas
mentiras”, Rodríguez Puértolas escribe
que Pillet es “un poeta tan falto de retórica como repleto de sinceridad y de
preocupaciones seriamente humanas y sociales: los poemas que se incluyen en
este libro son buena prueba de ello”. En el prólogo de “Con el mar a las espaldas”,
su autor, Jesús Barrajón, apunta que “el proceso personalizador lo ha conducido
a una poesía más directa, espontánea y sentimental” en la que “la que fuera su
interesante voz juvenil ha madurado en estos poemas secos y entrecortados que
lo retratan como un hombre y un poeta más cansado, pero también más sabio y más
feliz”. Por último, el tercero de los prologuistas, Miguel Galanes, expresa que
en “Memorias de papel”, “se nos dan las
señas de identidad de un hombre que, tras lo vivido y admitido, decide por la
calma, la fortaleza de la intimidad, la ironía y el amor como salvoconducto
hacia una posible felicidad”.
Las breves referencias a lo dicho en los
prólogos permiten establecer unas coordenadas de lectura para adentrarnos por
el ámbito poético de estos tres libros que forman la producción poética de
Félix Pillet, donde se refleja la experiencia vital del sujeto poético que
deambula por estos versos, desde los años de la juventud impaciente hasta la
madurez en la que la memoria se convierte en ese ámbito que encuentra su
adecuado ajuste con el presente.
Son muchas las reminiscencias poéticas que emanan a lo largo y ancho de lo que el
propio Pillet llama geopoesía, pero ninguna tan directa como la de ese “… mar/
que es el vivir”. Con ello rompe Pillet, aunque no sea el primero, con un
cliché ideológico que nos formulaba el mar como ese espacio al que iban los
ríos a morir, transformándolo en un elemento clave del paisaje sentimental que evoca
su poesía, en la que también vamos a encontrar borrascas, nieblas, meandros,
atmósferas, vientos, arenas, anticiclones… Palabras que se convierten en
iconos, en símbolos que expresan la interioridad del sujeto poético que
deambula por esta geopoesía en la que, a pesar de que leamos “y ahora/con las
ingles canas/divago sin meandros/por esta geopoesía/de mi absurda cátedra”, no siempre
está libre de escollos, como el dolor o el desamor, que expresan esas
“…borrascas/ que se desangran en lamentos”-, o “…la sequía/ que cuarteó la
tierra/ que barrió las canas/ de las cimas/ que vacío las tuberías/ de la vida”
hasta que “un día/ se rompió el cielo/y la lluvia “como siempre ocurrió/ en el
pasado/ vino a romper/ con la sequía”.
A pesar de todo, la presencia del dolor y del
desamor no rompe la esperanza, pues la sucesión de los ciclos y de las
estaciones permiten esperar “el reflorecimiento de la primavera”.
Junto a los elementos del paisaje natural, hay
referencia a un paisaje urbano que se refleja en esas tres ciudades que son Alicante, Ciudad Real y
Madrid. Después ese ámbito se va haciendo más íntimo hasta aparecer el espacio
doméstico –“y en un beso/ te absorbo/ hasta el balcón/ de mi terraza”- que se
hace más intimista en su último poemario donde “nada de entonces/ suplanta la
actual culminación/ de todos los placeres”.
La conjugación de todos esos elementos forma
el paisaje de su sentimentalidad cuya clave la sigo viendo en el mar como
metáfora del vivir por el que transcurre ese sujeto poético que se esconde tras
la máscara, que se expresa bajo la espesura de estos versos que reflejan ese
paisaje sentimental que Pillet construye en su geopoesía. Lo que viene a
justificar su léxico, las palabras con las que configura ese lenguaje que le da
su singularidad.