La Mancha en "Campos de Castilla"
Recordando a don Antonio Machado en el día de su
fallecimiento he desempolvado este pequeño artículo publicado en el diario “Lanza”
en marzo de 1989 con motivo del 50 aniversario de su muerte el 22 de febrero de
1939 en ese pueblecito francés al que llegó junto a tantos españoles del éxodo que
huían de las represalias de los que acabaron con el sueño que supuso la Segunda
República Española.
En el Congreso que tuvo lugar en Sevilla en 1989 en torno
a su obra se habló de la importancia del paisaje castellano dentro de su conocido “Campos de Castilla” y del paisaje andaluz, pero observé que nadie prestaba
atención a ese otro paisaje, ni soriano ni andaluz, que aparece en la geografía
paisajística de Machado. Entonces escribí sobre la presencia del paisaje
manchego en los poemas de “Campos de Castilla”, en un breve artículo del que
hoy entresaco algunos de sus fragmentos.
En el itinerario que lleva desde las tierras de Soria a
las de Andalucía encontramos lugares que no son las de la “Castilla mística y
guerrera” ni aquellos por los que va el “Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles”. En el poema
“Desde mi rincón”, enviado a Aranjuez con motivo del homenaje a Azorín, alude
Machado a dos Castillas diferentes: la “Castilla de grisientos peñascales” y la
“Castilla azafranada y polvorienta”.
Machado había descubierto en 1907 la Castilla de las
tierras altas del Duero, cuyo paisaje se conceptualiza en la primera edición de
“Campos de Castilla”. El paisaje de la otra Castilla va apareciendo tímidamente
pero con claridad, después de 1912, en la geografía poética de Machado. En el
mencionado poema “Desde mi rincón” aparece ya esa “Castilla azafranada y
polvorienta, sin montes de árboles purpurinos, Castilla visionaria y soñolienta
de llanuras, viñedos y molinos.
Otro poema, “Las encinas”, nos ofrece una breve pincelada
de esta Castilla: “y del Tajo que serpea/por el suelo toledano”. En su “Poema
de un día” hallamos el término manchego como signo de una personalidad propia. Desde Baeza ese rincón “entre andaluz
y manchego”, Machado realiza numerosos viajes a Madrid, por ello es lógico
pensar que una y otra vez divisa, tras la ventanilla de su vagón de tercera los
campos del “ancho llano/ en donde el gran Quijote, el buen Quijano/ soñó con
Esplandianes y Amadises”.
En el poema “La mujer manchega” el poeta escribe: “…Argamasilla,
Infantes, Esquivias, Valdepeñas”. Esta serie de sustantivos recuerda al viajero
que tiene impresión de que “el campo vuela” y anota en sus papeles los nombres
de aquellos lugares que contempla, aunque sin detenerse, mientras pasa el tren “por
tierras de lagares, molinos y árboles”. En este mismo poema encontramos la
interpretación paisajística que Machado hace de La Mancha: Por esta Mancha –prados,
viñedos y molinos- que so el igual del cielo/iguala sus caminos, de cepas
arrugadas/en el tostado suelo y mustios pastos como raídos terciopelos.
Pero hay algo que nos hace pensar que Machado conoce La Mancha
mejor de lo que podría conocerla el viajero que la percibe a través de la
ventanilla de su vagón de tercera. De la visión de ese “seco llano de sol y
lejanía” podemos pasar a espacios más íntimos. Machado nos describe la propia
casa manchega, diferenciándola de la castellana y de la andaluza: “…menos
celada que en Sevilla, /más gineceo que en Castilla”. Y dentro de la casa encontramos
a esa mujer manchega que “alinea los vasares, los lienzos alcanforados/cuenta
las cuentas del rosario”. En un poema fechado en Venta de Cárdenas puede
leerse: “Tus versos me han llegado a este rincón manchego”, mientras que en “España
en paz”, que lo fecha en Baeza, utiliza la expresión “En este rincón moruno” al
que don Antonio Machado ha llegado desde Soria.
Muy acertado.
ResponderEliminarMuy interesante.
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