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domingo, 22 de febrero de 2015







La Mancha en "Campos de Castilla"

            Recordando a don Antonio Machado en el día de su fallecimiento he desempolvado este pequeño artículo publicado en el diario “Lanza” en marzo de 1989 con motivo del 50 aniversario de su muerte el 22 de febrero de 1939 en ese pueblecito francés al que llegó junto a tantos españoles del éxodo que huían de las represalias de los que acabaron con el sueño que supuso la Segunda República Española.
            En el Congreso que tuvo lugar en Sevilla en 1989 en torno a su obra se habló de la importancia del paisaje castellano dentro de su conocido  “Campos de Castilla” y del paisaje andaluz, pero observé que nadie prestaba atención a ese otro paisaje, ni soriano ni andaluz, que aparece en la geografía paisajística de Machado. Entonces escribí sobre la presencia del paisaje manchego en los poemas de “Campos de Castilla”, en un breve artículo del que hoy entresaco algunos de sus fragmentos.
            En el itinerario que lleva desde las tierras de Soria a las de Andalucía encontramos lugares que no son las de la “Castilla mística y guerrera” ni aquellos por los que va el “Guadalquivir  corriendo al mar entre vergeles”. En el poema “Desde mi rincón”, enviado a Aranjuez con motivo del homenaje a Azorín, alude Machado a dos Castillas diferentes: la “Castilla de grisientos peñascales” y la “Castilla azafranada y polvorienta”.
            Machado había descubierto en 1907 la Castilla de las tierras altas del Duero, cuyo paisaje se conceptualiza en la primera edición de “Campos de Castilla”. El paisaje de la otra Castilla va apareciendo tímidamente pero con claridad, después de 1912, en la geografía poética de Machado. En el mencionado poema “Desde mi rincón” aparece ya esa “Castilla azafranada y polvorienta, sin montes de árboles purpurinos, Castilla visionaria y soñolienta de llanuras, viñedos y molinos.
            Otro poema, “Las encinas”, nos ofrece una breve pincelada de esta Castilla: “y del Tajo que serpea/por el suelo toledano”. En su “Poema de un día” hallamos el término manchego como signo de una personalidad  propia. Desde Baeza ese rincón “entre andaluz y manchego”, Machado realiza numerosos viajes a Madrid, por ello es lógico pensar que una y otra vez divisa, tras la ventanilla de su vagón de tercera los campos del “ancho llano/ en donde el gran Quijote, el buen Quijano/ soñó con Esplandianes y Amadises”.
            En el poema “La mujer manchega” el poeta escribe: “…Argamasilla, Infantes, Esquivias, Valdepeñas”. Esta serie de sustantivos recuerda al viajero que tiene impresión de que “el campo vuela” y anota en sus papeles los nombres de aquellos lugares que contempla, aunque sin detenerse, mientras pasa el tren “por tierras de lagares, molinos y árboles”. En este mismo poema encontramos la interpretación paisajística que Machado hace de La Mancha: Por esta Mancha –prados, viñedos y molinos- que so el igual del cielo/iguala sus caminos, de cepas arrugadas/en el tostado suelo y mustios pastos como raídos terciopelos.
            Pero hay algo que nos hace pensar que Machado conoce La Mancha mejor de lo que podría conocerla el viajero que la percibe a través de la ventanilla de su vagón de tercera. De la visión de ese “seco llano de sol y lejanía” podemos pasar a espacios más íntimos. Machado nos describe la propia casa manchega, diferenciándola de la castellana y de la andaluza: “…menos celada que en Sevilla, /más gineceo que en Castilla”. Y dentro de la casa encontramos a esa mujer manchega que “alinea los vasares, los lienzos alcanforados/cuenta las cuentas del rosario”. En un poema fechado en Venta de Cárdenas puede leerse: “Tus versos me han llegado a este rincón manchego”, mientras que en “España en paz”, que lo fecha en Baeza, utiliza la expresión “En este rincón moruno” al que don Antonio Machado ha llegado desde Soria.