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domingo, 8 de diciembre de 2019

LECTURAS DE OTOÑO






LECTURAS DE OTOÑO

                Cualquier estación del año es buena para  leer pero el otoño es por la suavidad de sus tardes la estación que más me  invita a una lectura tranquila junto a la ventana desde la que contemplo el viejo olivo que preside con aires melancólicos el patio de inspiración mudéjar de mi casa.
1. La primera obra que leí a principios de otoño es A FINALES DE ENERO, La historia de amor más trágica de la Transición, escrita por  Javier Padilla y  editada por Tusquets.  “A finales de enero” describe la peripecia de tres militantes antifranquistas: Enrique Ruano, un joven estudiante de Derecho muerto en enero de 1969 durante un interrogatorio policial, y Dolores González y Francisco Javier Sauquillo, abogados laboralistas y ambos víctimas de la matanza de Atocha de enero de 1977, en la que ella resultó gravemente herida  y él murió a causa de los disparos recibidos, mientras la protegía con su cuerpo. La emocionante historia de amor en la que se vieron envueltos –Dolores fue novia de Enrique y después, esposa de Javier- se entrelaza con los estertores de un régimen que castigó sin piedad a quienes, como ellos, buscaban la playa bajo los adoquines, y nos recuerda los frágiles inicios de la Transición a la democracia.” La lectura de este libro me ha retrotraído a una época que muchos parecen haber olvidado y otros la han idealizado de tal manera que los que la vivimos tenemos la sensación de que aquellos dramáticos hechos ocurrieron en otro país. 
2.  Podría decirse que hay libros que te llegan por una casualidad causada. Éste sería el caso de la novela Agua por todas partes, del escritor cubano Leonardo Padura, editada también por Tusquets.  El título hace referencia a la condición geográfica de Cuba: una porción de tierra rodeada de agua por todas partes. Pero también es un referente a  un verso de Virgilio Piñera, un disidente cubano: "La maldita circunstancia del agua por todas partes/ me obliga a sentarme en la mesa del café. / Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer/ hubiera podido dormir a pierna suelta". Padura no solo es cubano sino que es un cubano que, a pesar de tener también la nacionalidad española, se  siente un escritor cubano que escribe sobre Cuba y los cubanos. Desde el barrio de Mantilla donde él vive desde su nacimiento el escritor adentra al lector en un paseo por la Habana descubriendo el Malecón, los barrios del Paseo del Prado, los parques del barrio de La Víbora, las calles umbrías de la Habana colonial; así como los rasgos de la identidad, la espiritualidad y la cultura cubana. Todo ello sin escamotear las alusiones a la realidad social de la Cuba donde “un chofer de taxi gana diez, veinte, treinta veces más que un médico especialista y por eso hay médicos que prefieren ser taxistas”. Y al final de su relato tomamos conciencia de que la vida como tal es una derrota y que lo único que nos queda ante esta irremediable derrota que llamamos vida es intentar comprenderla. Esto es lo que a juicio del escritor cubano es la razón de ser del arte de la novela.
3.  La tercera lectura es En la raya del infinito. Quercus, una novela de Rafael Cabanillas Saldaña, un autor castellano manchego. Publicada en la editorial Cuarto Centenario tiene casi 345 páginas cuya lectura me ha permitido adentrarme en un mundo que no conocía salvo por algunas referencias. Me sorprenden los primeros párrafos por su tono poético hasta adentrarme en el segundo capítulo donde ya encuentro esa intensidad dramática que va a ser casi constante en el relato que se inicia con la descripción de la matanza de Badajoz protagonizada por los golpistas en julio de 1936 y la muerte a manos de un grupo de fascistas de la familia de Abel, el protagonista principal de la novela. Después de estos hechos que desencadenan la historia, la lectura nos introduce en las costumbres, formas de vida, de supervivencia, relaciones humanas en una amplia  zona de los Montes de Toledo tal como apuntan algunos ejemplos de  su toponimia - Valdelobillos en la zona de Retuerta o Valmojado al norte de  la provincia de Toledo etc-  durante las primeras décadas de la Dictadura franquista. La riqueza léxica refleja la presencia de la fauna y flora de un mundo rural donde aparecen unos personajes bien caracterizados cuyos comportamientos responden a los valores de una sociedad de posguerra donde la pobreza que sufre la mayoría  y el abuso de los que ostentan el poder no fue suficiente para impedir que entre tanta miseria la gente sencilla encontrara cómo sobrevivir. En definitiva, una novela bien escrita, con influencias asumidas de la novela tremendista de los cuarenta o de Los santos inocentes de Miguel Delibes, que vale la pena leer no sólo en otoño sino en estos días del invierno que está a punto de llegar.
4.  Tus pasos en la escalera, de Antonio Muñoz Molina, editada en Seix Barral. No es la mejor de las novelas de Antonio Muñoz Molina pero su lectura me ha permitido vivir la ensoñación de una nueva visita a Lisboa y ello me basta para justificar los momentos que he dedicado a su lectura.  Con una prosa ágil nos introduce  en la atmósfera del relato consiguiendo crear la ilusión óptica de vernos caminando por las calles del barrio de Lisboa donde el protagonista ha alquilado el piso que está preparando mientras espera la llegada de su mujer, llegada que parece tener lugar al final del relato aunque el lector no está en condiciones de confirmar si tiene o no tiene lugar esa llegada por lo que el suspense se mantiene después de haber leído la última palabra.
5. Y he cerrado mis lecturas de otoño con Agonía del cristianismo, una obra clásica de uno de los grandes del modernismo español: don Miguel de Unamuno. Al ver la película de Amenábar, Mientras dure la guerra, que desde mi punto de vista es una justa reivindicación de la figura intelectual de don Miguel de Unamuno que tan importante es dentro de la cultura española, me dieron ganas de releer alguna de sus obras y opté por Agonía del cristianismo. Ahora le he sacado más provecho que en la primera lectura que hice cuando apenas tenía diecisiete años. Ha valido la pena refrescar la lectura, recuperar fragmentos para reflexionar sobre la actualidad. Para finalizar me quedo con un párrafo que sirve para la reflexión: “Y vino la agonía dogmática, la lucha contra las herejías, la lucha de las ideas contra los pensamientos.” En definitiva, la lucha del dogma contra la libertad. Ahí lo dejo.

sábado, 14 de septiembre de 2019

IMÁGENES PARA EL AULA DE LITERATURA DEL I.B. “FRAY ANDRÉS”


COSAS DE PUERTOLLANO


IMÁGENES PARA EL  AULA DE LITERATURA DEL I.B. “FRAY ANDRÉS”



            En  septiembre de 1982 viví la alegría de retornar como profesor al instituto que hube de dejar como alumno en 1966. En septiembre de 1987, unas semanas antes de incorporarme a un nuevo destino, me despedía de los últimos alumnos que tuve durante los cinco cursos que permanecí allí como profesor. Durante estos años impartí, además de las materias propias de mi especialidad,  otras como latín y  filosofía…  Cosas del sistema educativo de aquellos tiempos pasados que no siempre fueron peores.
            En aquellos años formaba parte de  un sector importante del profesorado hambriento de cambios y de reformas del sistema educativo. Quizá por ello comencé una experiencia que, sin ser el descubrimiento de un nuevo continente, sí que supuso un aliciente y un estímulo para el alumnado a mi cargo y para mí como docente. Aunque todavía no se había producido la película, El club de los poetas muertos, algunos profesores de Literatura llevábamos dentro un apócrifo de ese profesor ficticio, inconformista y libre pensador, llamado John Keating, magistralmente interpretado por Robin Williams.
            Para responder a la necesidad de hacer algo diferente recurrí a organizar encuentros con algunos escritores aprovechando unas veces la generosidad de amigos y otras los apoyos  que ofrecían algunas instituciones. Algunos de aquellos encuentros tuvieron lugar durante los años 1985 y 1987. La experiencia me permitió trabajar en colaboración con compañeras del  Seminario de Dibujo, que utilizaban los textos poéticos de los autores que nos visitaban para realizar dibujos relacionados con sus obras. Después de muchos años quiero hacer un humilde homenaje a mis compañeras de aquel tiempo, María del Rosario Lucio y Francisca Bardisa, publicando en El tren del último curso, varias de las obras con las que ilustraron los folletos de algunos  encuentros y que en su tiempo no tuvieron el reconocimiento debido.

Encuentro con Nicolás del Hierro  (1985)




Dibujo realizado por la artista plástica María del Rosario Lucio para el encuentro entre el poeta Nicolás del  Hierro y el alumnado del instituto en diciembre de 1985.

Fragmento de Romper un cristal  (poema de Nicolás del Hierro).

Siempre es triste romper un cristal:
Al otro lado, el miedo
y  la sangre;
la verdad de la luz.
Yo me pienso que el aire
es un cuchillo,
y,
al romperse
el cristal, se te clava
en el pecho.


 Encuentro con Enrique López Buil (1986)

Los poemas de Enrique López Buil son casi siempre un desafío a la pereza mental de nuestro tiempo y una referencia sentimental de las tristezas y nostalgias más profundas .





Dibujo realizado por la artista plástica María del Rosario Lucio para el encuentro con el poeta Enrique López Buil en 1986.


Encuentro con Valentín Arteaga (1987)


Si la poesía verdadera es, como dijo Heidegger, aquella que despierta la visión más amplia, en la obra de Valentín Arteaga encuentro rasgos de una poesía auténtica que invita a despertar nuestra visión cósmica:

No es el tiempo
de hablar en singular,
                                      hoy la tristeza
Tiene forma de mapa, hasta un país
apenas casi importa.










            Dibujo realizado por la artista Francisca  Bardisa  para el encuentro del poeta Valentín Arteaga y los alumnos del Instituto en mayo de 1987. Valentín Arteaga tuvo la deferencia de dedicarle unas palabras a Isabel Blanco, quien sería profesora del instituto algunos años después, desde 1992 a 1996.


viernes, 24 de mayo de 2019

HISTORIA DE UN HOMENAJE A BLAS DE OTERO EN PUERTOLLANO


COSAS DE PUERTOLLANO

HISTORIA DE UN HOMENAJE A BLAS DE OTERO EN PUERTOLLANO


                Aquel año de 1979 fue un año especial. Las primeras elecciones municipales democráticas tuvieron lugar en abril. En junio se celebró el XXVIII Congreso del PSOE, aquel congreso en el que Felipe González dijo que había que ser socialistas antes que marxistas, para llegar a ese momento en el que ya se dice que hay que ser otras “cosas” antes que socialistas. Esa misma semana fallecía en Madrid Blas de Otero. Apenas tres años antes, lo había visto en el homenaje a Federico García Lorca que tuvo lugar en Fuente Vaqueros (Granada) el 5 de junio de 1976. Blas de Otero había sido uno de los referentes para mi generación. Al morir se pensó hacerle un homenaje en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, pero fue tal la cantidad de personas que asistimos que se desbordaron las previsiones y los organizadores tuvieron que posponer el acto. Una semana después se celebró por fin el homenaje en la Plaza de Toros de las Ventas. Fue tal la impresión que me causó aquel acto que de regreso a Puertollano comenté a unos amigos la idea de organizar un homenaje en nuestra ciudad al poeta de la inmensa mayoría. Entre aquellos amigos se encontraba Pepe Juárez, uno de los tres magníficos profesionales que atendían la barra en el Bar Benedicto a finales de los años setenta y cuyos nombres apunto como merecido recuerdo: Pepe, Basilio y el señor Pintor (el más veterano de los tres). Pepe Juárez recibió la idea con entusiasmo y fue quien se encargó de ponerme en contacto con un grupo de personas entre las que recuerdo los nombres de Pablo Céspedes y Enrique López Buil. Pronto se unieron Paco Manzano, Alfonso Castro, Luis Fernando Ramírez y otros a los que me gustaría citar si el paso del tiempo no me hubiera hurtado el recuerdo de sus nombres.  

             Nos pusimos manos a la obra, consiguiendo que la entonces concejala de Juventud nos apoyara desde el primer momento. El grupo fue creciendo y en unos días estaba en marcha la organización del homenaje. Me encargaron un escrito para la prensa provincial, que entonces se reducía al Diario Lanza, y el martes 28 de agosto se publicó una nota de prensa informando de la intención del homenaje, de su contenido y de sus promotores. Como muchos de los que promovíamos el acto éramos entonces estudiantes o titulados sin trabajo, escribí que el acto estaba promovido “por un grupo de trabajadores y de “intelectuales” (atención a las comillas)”. No faltó, como siempre ocurre, quien quiso sacarle punta a las comillas. ¿Qué hubieran dicho si hubiera aparecido lo que alguien escribió algunos años después, calificando a los que ofrecimos aquel homenaje como “esa gauche divine puertollanera del mundo de la Cultura…”



            A los participantes locales quisimos unir algunos nombres de ámbito nacional. Pepe Juárez se prestó a ponerse en contacto con Carlos Álvarez Cruz, poeta de prestigio internacional, al que había conocido durante su permanencia en Carabanchel. Carlos Álvarez, respondió generosamente a la solicitud de Pepe Juárez y nos confirmó su participación. También se pensó en la del cantautor Adolfo Celdrán y su grupo de músicos. Para ello contamos con el apoyo de Herminia Vicente, la joven edil, responsable de la Concejalía de Juventud de la Corporación Municipal formada tras las primeras elecciones democráticas, sin cuya colaboración no hubiera sido posible llevar adelante la realización del acto, tal como tuvo lugar la noche del jueves, 30 de agosto de 1979, con la asistencia de las personas que llenaron hasta la bandera el Gimnasio Municipal.

            El homenaje consistió en la recitación de textos por parte de algunos poetas locales, entre los que se encontraba Enrique López Buil, y la escenificación de algunos textos de Blas de Otero. Este apartado teatral del homenaje “llevó el sello inconfundible y transgresor de Pablo Céspedes” tal como recuerda Alfonso Castro, otro de los participantes.


Alfonso -Castro (en el centro), con Pepe Raja y Víctor Gutiérrez

            Fue relevante la actuación del guitarrista Paco Manzano, que para entonces había ya obtenido el Premio Festival de Jerez (1975) y años más tarde consiguió el 1º Premio “Bordón Minero” Festival Internacional Cante de las Minas de la Unión. Todo un lujo del que disfrutamos quienes esa noche mágica estuvimos allí.


Paco Manzano

            Como anécdota, aquella misma noche se produjo la muerte de Celso Emilio Ferreiro, siendo yo mismo quien a la mañana siguiente le dio la noticia a Carlos Álvarez en el andén de la vieja estación de Puertollano donde esperábamos la salida del tren en el que Carlos volvería a Madrid. Este hecho quedó registrado en un poema del propio Carlos Álvarez,  publicado en  Mundo Obrero el viernes 7 de septiembre de 1979:

“-faciendo yo la vía por el  Calatraveño-
volvía hacia Madrid de Puertollano
en donde, para hablar de otro amigo
que fuera también tuyo: Blas de Otero, entre aquellas
laderas proletarias me encontraba
cuando dio, Celso Emilio, su tañido
por tu voz en silencio la campana
que en mi interior se oía.”




Poema de Carlos Álvarez, en Mundo Obrero.
           
            El homenaje a Blas de Otero en Puertollano fue un acto sencillo, que quiso ser  revulsivo, en un momento de ilusiones que abría una década, la de los ochenta, en la que hubo algunos intentos de transformación que no fraguaron. Cuarenta años después, lo recuerdo sin melancolía. Aunque ya sé que la vida es, como recuerda Leonardo  Padura en uno de sus mejores libros, la historia de una derrota, quienes organizamos aquel homenaje a uno de los mejores poetas del siglo XX, hoy casi olvidado porque ya no está bien vista esa poesía que se llamó social, lo hicimos con la ilusión que teníamos ante el futuro que se abría para nuestro país. Nos movía una doble motivación, que transcribo con las mismas palabras de entonces: por una parte, el hecho de que esta comunidad que es Puertollano es una comunidad que se interesa y necesita de la cultura, y por otra parte, su deseo de testimoniar su recuerdo al que ha sido y seguirá siendo el poeta de la inmensa mayoría, a la que Puertollano pertenece.

Queríamos que el deseo de Blas de Otero se hiciera realidad.

Que no quiero yo ser famoso,
a ver si tenéis cuidado
en la manera de hablar,
yo no quiero ser famoso
que quiero ser popular”

            Luego vendría lo que vino y asistimos con escepticismo a la confusión de lo famoso con lo popular y a la apropiación de la fiesta por los de siempre, quedándose fuera los que no supieron o no quisieron participar en ese baile de máscaras en el que acaba convirtiéndose todo sueño de juventud.

Ciudad Real, 24 de mayo de 2019

jueves, 18 de abril de 2019

PUERTOLLANO A CIELO ABIERTO, UN POEMA DE MANUEL ALCÁNTARA




A Pablo Céspedes, in memóriam 


En 1985 publiqué en la revista Estaribel un poema de Manuel Alcántara  sobre   Puertollano.  Hoy,  al enterarme del fallecimiento del escritor, quiero reproducir en El tren del último curso aquel poema con el análisis que hice en aquel tiempo. Lo publico sin cambiar una tilde, aunque el paso del tiempo podría dar lugar a otras lecturas.

PUERTOLLANO A CIELO ABIERTO, UN POEMA DE MANUEL ALCÁNTARA


            Manuel Alcántara nace en Málaga en el año 1928. Coetáneo de poetas como Agustín Goytisolo (1928), José Ángel  Valente (1929), Jaime Gil de Biedma (1929) y Jesús López Pacheco (1930), entre otros.  Todos ellos viven la guerra civil en su niñez y surgen en el ámbito de la poesía española en los años cincuenta. Y se les ha etiquetado como poetas “sociales” o “comprometidos” frente a los poetas oficiales. No es fácil encontrar el nombre de Manuel Alcántara en trabajos especializados. A este inconveniente se le ha de añadir la escasa validez de los esquemas generacionales, por lo que no pretendo, a falta de otros recursos, etiquetarlo ligeramente. También porque no es mi intención actual centrarme en el autor y sí en un poema suyo que tiene un especial interés por estar relacionado con Puertollano.

            El poema de Manuel Alcántara que transcribo es el titulado “Puertollano a campo abierto”:

Del viento o de la tierra,
solamente del viento,
de la luna metálica,
del oscuro poblado de los muertos.

De allí salieron mástiles
y campamentos.
Del azulado puerto de su nombre
marinero y minero.
De la alta mar del llano
o de los territorios de su puerto.

Hombro con hombro.
Hombre con hombre y a esfuerzo.
Barracas y tinglados
sobre los muertos.
Labriegos de lo hondo,
callados ciudadanos del subsuelo,
inventan los metálicos linajes,
la estirpe del acero,
la patria oscura del carbón dormido
junto al plomo enlunado y mal despierto,
el hierro laboral
y el manganeso
de niebla delicada
hecho con vetas de silencio.

¿Para qué sirven las palabras?

La procesión terrestre va por dentro.
Bajo la voz y escondo la vergüenza
cuando miro sus manos y mis versos.

Bajo la voz.

La bajo hasta la mina
para hablar con algún minero muerto.

            Se inicia el poema con elementos mitológicos: el viento, la tierra, la luna. La creencia de que los hijos vienen de la Tierra surge de la idea de la Tierra como madre engendradora. En la mitología clásica se les considera a los vientos hijos del Cielo y de la Tierra. Los vientos simbolizan, en general, el sentido activo o violento del aire. La luna significa el mundo de las tinieblas. Horacio la llamó “reina del silencio”. La luna está sujeta a la ley universal  del devenir, del nacimiento y de la muerte. Actividad, oscuridad, silencio y muerte configuran ese mundo cuya representación comienza en los primeros versos del poema.
            En los siguientes versos  (7-10) se desmenuza la palabra Puertollano en puerto y llano. El poeta ahonda en sus valores polisémicos y metafóricos. La palabra “puerto” ofrece los siguientes significados en el Diccionario de la Academia (RAE): 1) lugar en la costa, defendido de los vientos y dispuesto para la seguridad de las naves y para las operaciones de tráfico y armamento; 2) depresión, garganta o boquete que da paso entre montañas. Esta polisemia permite el rendimiento metafórico de los versos 9 y 10.
            En el verso 11 y 12 se inicia la epopeya de un colectivo del que se señala la solidaridad cuando escribe “Hombro con hombro”, el compañerismo y el esfuerzo en “Hombre con hombre y a esfuerzo”.

Barradas y tinglados
sobre los muertos.

            Con estos versos se hace una tenue referencia a la existencia de cobertizos y otros tipos de albergue construidos toscamente y con materiales ligeros. En una visita a Puertollano, finalizando los años setenta, otro poeta, Carlos Álvarez, captó también esas “barracas y tinglados” y lo testimonia un poema suyo en el que escribe:

“…, entre aquellas
Laderas proletarias me encontraba
Cuando dio, Celso Emilio, su tañido
Por tu voz en silencio la campana
Que en mi interior se oía.
Laderas proletarias, barracas y tinglados
Un paisaje urbano nada idílico.”

Labriegos de lo hondo,
Callados ciudadanos del subsuelo.

            En este mundo donde el minero es ciudadano, la oscuridad y el silencio son los elementos dominantes. Ese mundo que es reflejo de una patria también oscura y en silencio.
            Y luego el poeta se pregunta: “¿Para qué sirven las palabras?”. Aparentemente no hay respuesta, pero prestemos atención al siguiente verso: La procesión terrestre va por dentro
            De nuevo el poeta nos remite a un mundo interior. Estas referencias al mundo del subsuelo son como ausencia de otro mundo del exterior que apenas se nombra. Ausencia que es constante presencia de una realidad que se presiente aunque no se nombre, que se toca y no se ve. Este verso “la procesión terrestre va por dentro” es una variante de la frase familiar “la procesión va por dentro” que refleja el sentir, la pena, la cólera o la inquietud aparentando serenidad o sin darlo a conocer…Y así las cosas, el poeta baja la voz.
            Veamos el doble sentido que puede tener el vocablo “bajar”: 1) minorar o disminuir alguna cosa; 2) ir desde un lugar a otro que ésta más bajo. El primer sentido es el que tiene en  Bajo la voz y escondo la vergüenza/cuando miro sus manos y mis versos.
            Disminuye la voz y esconde la vergüenza que siente cuando mira las manos de los mineros  -símbolo de una realidad- y sus versos –símbolo de una actitud- que adquiere carácter “social” en el sentido que el término tiene para Gabriel Celaya para el que lo “social” es un eufemismo para designar esa mezcla de indignación y vergüenza que uno experimenta ante la realidad en la que vive. En un segundo sentido el poeta baja la voz hasta la mina, el mundo del subsuelo donde tiene la esperanza de encontrar un interlocutor. Este empleo del doble sentido de la palabra, la necesidad de la ambigüedad viene de la dificultad de la censura que impide la expresión directa y clara en un tiempo “hecho con vetas de silencio”.
            Y para concluir diré a manera de epílogo, pues la interpretación del texto queda abierta, que este poema de Manuel Alcántara escrito con anterioridad a 1975 es, como cualquier otro texto literario, reflejo de un tiempo histórico determinado, tiempo donde el silencio, la oscuridad y la muerte configuraban una atmósfera en Puertollano que ha quedado registrada en el texto.


domingo, 14 de abril de 2019

ENCUENTRO EN GRANADA











                Supe que Manuel Salinas iba a ofrecer un recital de su poesía en El Ateneo de Granada y que iba a ser presentado por Álvaro Salvador. Me apetecía asistir. Era una oportunidad para acompañar a Manolo leyendo sus poemas y ver a Álvaro después de más de cuarenta años. Se lo dije a Manolo (Salinas) por teléfono y me invitó a que me llegara hasta Málaga, a su casa. Vente en el AVE y el lunes salimos en coche hasta Granada. Pensado y hecho. El domingo llegué a Málaga a medio día. Por la tarde me llevó a ver el Museo Ruso donde se expone una magnífica colección de cuadros de pintura de la que el hilo conductor es la mujer: Santas, reinas y obreras. La galería de retratos femeninos seleccionados es una muestra de la pintura rusa, con autores como Konstantin Makovski o Fedot Sichikov, además de una radiografía social a través de  personajes femeninos de todas las épocas. Entre los retratos de la muestra destaca el de una niña con una sonrisa que cautiva. Su autor es Fedot Sichikov (1870-1958). Me marcho de la exposición impresionado por esa sonrisa cuya contemplación justifica sobradamente la visita.

                El lunes por la mañana salimos hacia Granada. Un día nublado, con llovizna, que nos permitió dar un paseo por las calles próximas a Plaza Nueva. Rememoré la Granada de mis años universitarios. Comida en un restaurante popular donde disfrutamos de un estupendo cocido granadino y un riquísimo arroz con leche. En Granada siempre se ha comido bien y por unos precios honestos.

                A las ocho de la tarde llegamos a la Biblioteca de Andalucía (Biblioteca Pública del Estado- Biblioteca Provincial de Granada), donde va a tener lugar el acto organizado por El Ateneo de Granada que tiene aquí su sede. Veo llegar a Álvaro Salvador. Saludos protocolarios. No me acerco: prefiero esperar para saludarlo tranquilamente cuando termine el acto. En estos años hemos cambiado físicamente, aunque en Álvaro encuentro aquella misma seriedad que ya lo distinguía cuando nosotros éramos estudiantes de Románicas y él ejercía como profesor ayudante en la Facultad. Hoy, tanto Manuel Salinas como yo estamos jubilados en la docencia, después de ejercerla como catedráticos de Lengua y Literatura; Álvaro sigue como catedrático en la Universidad de Granada y su nombre aparece en los libros de texto como uno de los creadores de aquel movimiento poético que arrancó por los años setenta del pasado siglo en Granada: La otra sentimentalidad.

                Al escuchar hoy al catedrático de la Universidad de Granada evoco la imagen del joven profesor universitario que entonces preparaba su tesis doctoral y sin pretenderlo me vienen a la mente los clásicos versos de Manrique “como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”, aunque sólo los justifico por la añoranza de la juventud. Entonces este catedrático de instituto jubilado que lo escucha no se imaginaba que cuarenta años después lo vería presentando a aquel otro joven (Manolo Salinas) convertido ya  en un reconocido  poeta. Hemos llegado a vivir un sueño que en aquellos años parecía algo inalcanzable.
               
                Durante el acto Álvaro Salvador recuerda los tiempos de juventud y desgrana algunas claves  de la poética de Manuel Salinas con el rigor que le es propio. Menciona el libro que publicaron como Colectivo 77 (la región (tachado) POESÍA más transparente), del que conservo un ejemplar, en un rincón especial de mi biblioteca, con algunas dedicatorias entrañables, entre ellas la del inolvidable Joaquín Lobato. Manuel Salinas entre poema y poema comenta algunos rasgos de su obra. Me quedo con la referencia que hace a un poeta al que admiro y a quien tuve la fortuna de conocer en Puertollano, gracias a otro magnífico poeta, Jesús Hilario Tundidor, allá por 1969 (el 16 de noviembre). Me refiero a José Hierro del que Salinas dijo durante su intervención: Y él sufrió cárceles, no como otros. Sufrió… Mejor es olvidarlo, porque él lo olvidó. Por el buen gusto y por seguir respetando lo que él hizo y sin embargo no hay ni un momento de amargura ni de hablar mal de los demás. Y por eso yo llevo en mi corazón, y,  repito, casi en todos mis libros este verso: llegué por el dolor a la alegría.

                Pienso que este verso,  - Llegué por el dolor a la alegría- del poeta castellano  al que sigue este otro: Supe por el dolor que el alma existe,  es una de las claves de la nueva etapa de Manolo Salinas, que se adentra en una poética ubicada en el ámbito de la espiritualidad (cuestión que merecería un estudio detallado), tal como puede comprobarse en sus últimos libros: Viviré del aire (2014) y en Inacabable Alabanza (2019), del que transcribo el poema “Y un no sé qué mejor”:

Y UN NO SÉ QUÉ MEJOR

La luz salta en hilos, en arroyos,
se aglomera, juega, se detiene,
caído se ha la aurora. Ahí va.
En qué lumbre de azucenas,
qué pájaro, qué temblor. Allí se alza
la espiga y el naranjel de tu pelo.
Bien sé yo. No hay calma, amor. No:
tu piel junto a mi piel es un incendio

                Una vez terminado el acto con un breve coloquio, firma algunos ejemplares de su último libro. Aprovecho para saludar  a Álvaro Salvador. No tarda en reconocerme  y hablamos de aquellos años en los que se fraguaron tantos sueños. Luego los acompaño a tomar una cerveza en uno de los bares típicos de la zona y allí nos dan las tantas de la noche en torno a la poesía.  

                A la mañana siguiente, antes de volver a Málaga con Manolo (Salinas) desayunamos en el Café Goya, lugar que frecuentaba de estudiante y donde solía encontrar a Juan Carlos Rodríguez Gómez, entonces profesor adjunto y más tarde catedrático de la Universidad de Granada. Juan Carlos Rodríguez acostumbraba  a tomar café en este lugar antes de dirigirse a la calle Puentezuelas donde impartía sus clases de Literatura en la que era la Facultad de Filosofía y Letras, ubicada en el edificio del palacio  de las Columnas hasta que en 1977 se trasladó al actual Campus Universitario de Cartuja. Hay quien todavía recuerda su  importancia en aquellas décadas de los 70 y 80, en las que desempeñó una labor importantísima en la vida cultural de Granada a la que estuvo ligado durante muchos años. Juan Carlos Rodríguez Gómez mantuvo una estrecha vinculación intelectual con el filósofo marxista Louis Althusser, con quien trabajó en París y al que  invitó para una conferencia en la ciudad de Granada en 1976 y de la que todavía conservo el texto integro en español que se nos repartió a las personas que asistimos.

                De regreso a Málaga nos detenemos en un bellísimo paraje conocido como La Venta El Pulgar -¿tendrá alguna relación con Hernán Pérez del Pulgar?- donde paso unos agradables minutos escuchando la conversación que mantiene Manolo y el anfitrión sobre temas diversos relacionados con la literatura, la filosofía, la historia del arte y otras cosas de la vida.

                Así termina mi viaje a Granada para asistir a un acto que me ha permitido un reencuentro y revivir como algo especial aquellos días de mi vida universitaria en la ciudad de El Darro y El Genil. Esta visita a Granada me ha desempolvado muchos recuerdos. Me alegro de haber venido con Manolo Salinas. Se lo agradezco.

Ciudad Real, 14 de Abril de 2019.