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jueves, 23 de noviembre de 2017

GÉNESIS DE "EL ALJIBE DE LA MEMORIA"




Después de la presentación en Puertollano de  El aljibe de la memoria algunos amigos me han pedido que les diera el texto que había preparado para el acto y que por los duendecillos que revoloteaban por mis nervios se quedó en el bolsillo. Así que aquí está para quien tenga interés en verlo.


Génesis de El aljibe de la memoria

                Cuando en el invierno de 2006 comenzó a hablarse de la ley de la memoria histórica algunas personas reaccionaron negativamente ante el proyecto de ley propuesto por el gobierno de entonces presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Eran muchos los que pensaban que la memoria y el olvido les pertenecían. La idea de que los vencidos recuperasen su memoria y sus recuerdos los inquietaba y comenzaron a hablar de revancha y de desquite por parte de quienes habían perdido la guerra 70 años atrás. No entendían nada, no se trataba de revancha sino del derecho a la propia memoria, a la recuperación de una identidad que les había sido arrebatada tras el final de la contienda, un derecho a la reparación de su dignidad.
            Por entonces yo venía trabajando desde 1996 en la tarea de recuperar la memoria de mis seres más cercanos como un compromiso de mantenerla viva y en perenne combate contra el olvido. Fui consciente de que el silencio impuesto mediante el miedo, el terror y la represión había conducido al olvido y éste a la pérdida de la identidad de los perdedores, incluso a un sentimiento de culpabilidad en las víctimas o en sus descendientes.
            En algunas ocasiones me han preguntado los motivos por los que comencé a escribir este libro. A la hora de explicarme el porqué me doy cuenta de que no hay uno solo sino varios motivos. Uno de ellos está relacionado con el verso de Luis Cernuda, quien en 1962, algunos años después de finalizada la guerra civil, escribió un poema denominado 1936 en el que decía “recuérdalo tú y recuérdaselo a otros”. Por aquel mismo año se publicó en España una novela titulada “Tiempo de silencio”, escrita por Luis Martín Santos, que fuera director del siquiátrico de Ciudad Real durante unos meses.
            Silencio y olvido era lo que predominaba en aquella España de la posguerra. El silencio impuesto mediante el miedo, el terror y la represión de los años 40, 50, 60 y parte de los 70…
            Aunque hubo quien miró para otro lado, no toda aquella población, silenciada y paralizada por el terror, olvidaba  a pesar de que, como escribió Juan Marsé en 1962, los estaban cocinando en la olla podrida del olvido porque el olvido era una estrategia del vivir. Si bien algunos, por si acaso, aún mantenían el dedo en el gatillo de la memoria.
            Fueron ellos, verdaderos resistentes, quienes conscientes de que, tal como dijo Simón Wiesenthal, “no hay pecado más grande que el olvido”, los que mantuvieron el dedo en el gatillo de la memoria e hicieron posible que hoy sus descendientes no suframos de amnesia, la misma que les quisieron imponer a ellos los vencedores, y podamos mantener el compromiso moral de recordarlo y recordárselo a otros.
            Ese “recuérdalo tú y recuérdaselo a otros” es el alma de “El aljibe de la memoria”, donde los testimonios de quienes sufrieron  la represión son los pilares sobre los que he construido el discurso que configura el libro.
            Todos los testimonios y recuerdos recogidos, se han cotejado con las investigaciones de historiadores locales como Francisco Gascón Bueno, Agustín Fernández Calvo, Luis Fernando Ramírez Madrid, Modesto Arias Fernández, Luis Pizarro Ruiz o Julián López García, además de otros historiadores de ámbito provincial, nacional e internacional que se han ocupado de la historia de nuestro país y, muy especialmente, de la guerra civil como es el caso de Paul Preston.
            Ahora bien, aunque en el libro aparecen referencias al  movimiento obrero y otras cuestiones de la historia local, no es un libro de historia, campo en el que no soy especialista, sino memorialista. Mi única pretensión ha sido reconstruir la memoria de aquellos familiares que fueron objeto de la represión –fusilamientos, encarcelamientos, señalamientos públicos, paseos, expolios de bienes, estigmatización- de una de las dictaduras más crueles que sufrió Europa en el siglo XX.
            El proceso de escritura no ha sido  fácil, es más, diría que a veces ha resultado doloroso. Aunque me ha permitido mantener un diálogo con los ausentes, lo que resulta gratificante; cuando, más que en los acontecimientos o en las experiencias vividas por ellos, me he centrado en las emociones de angustia, miedo o sufrimiento que esas experiencias les suscitaron, he tenido la impresión de estar viviéndolas. Así ha sido posible la empatía, llegar a su conocimiento, la única manera de reconstruir la memoria con respeto y comprender aquellos silencios y olvidos.
            Al final queda como un regusto amargo de lo inútil que fue todo aquel sufrimiento y de lo necesario de la reparación, aunque retumben en nuestra conciencia los estremecedores versos de Luis Cernuda refiriéndose a España: Un día, tú ya libre/ de la mentira de ellos. / Me buscarás. Entonces/ ¿qué ha de decir un muerto?
            Ese día ya no podremos devolverles la vida, pero sí reparar su dignidad y recuperar su memoria. Este ha sido mi compromiso, contribuir con humildad, pero con decisión, a la reconstrucción de la memoria democrática de nuestro pueblo con la escritura de  El aljibe de la memoria, en el sentido de que más que nunca, la apelación a una memoria perenne debe servirnos para alertar ante los peligros presentes y futuros.


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