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miércoles, 13 de marzo de 2013




EL COTILLA


¡Cotilla! ¡Cotilla! ¡Cotilla! Era lo peor que se nos podía llamar. La vez que lo comprobé fue el día que se descubrió quién era el que iba diciendo cosas del buenazo de Emilio. Aquella mañana nada más llegar se acercó al chismoso y le arreó un puñetazo que nos dejó a todos boquiabiertos. Nos quedamos impresionados cuando lo vimos con el labio partido y la blusa manchada de sangre. Fue tal el susto que se llevó que no le quedaron ganas para volver a ir por ahí contando chismes de ninguno de nosotros. Desde aquel día yo aprendí que lo de cotilla debía de ser algo muy grave para que el bueno de Emilio se enfadase tanto y tuviera aquella reacción tan impropia de él.

Como en la escuela solíamos hacer muchos ejercicios de vocabulario, cuando volvimos a clase busqué el significado de la palabra cotilla y apunté en mi cuaderno: “dícese de la persona amiga de chismes y cuentos”. Hoy al recordar aquella anécdota vuelvo a buscar otras palabras con ella relacionadas y apunto que de la palabra chisme se dice que es una noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna. A la misma familia pertenecen chismear –traer y llevar chismes-, chismero –que chismea o es dado a chismear-, chismería, chismografía, chismorrear, chismorrería, chismoso, chismotear, chismoteo

De todas estas definiciones lo que más atrae al cotilla es la pretensión de indisponer a unas personas con otras, cosa que resulta perniciosa para las  relaciones sociales construidas a partir de unas necesidades solidarias, más en estos tiempos en los que las políticas llevadas a cabo en nuestra sociedad parecen estar dirigidas por chismeros cuya finalidad  se diría que es convertir nuestras vivencias cotidianas en imágenes similares a esos chismes o cuentos con los que configurarnos una realidad virtual que nos haga olvidar esa otra realidad cada día más dramática en la que estamos y de la que formamos parte como si fuéramos sujetos ausentes que no cuentan.

Con el paso del tiempo he conocido  a más de un chismoso, incluso alguna vez he sufrido en mis propias carnes las puñaladas de tan nefasta conducta. Por ello he huido siempre de ese tipo de gente que parece disfrutar hablando mal de los demás, contando dimes y diretes de quien se encuentra ausente, con la intención de ir sembrando cizaña entre unos y otros. Es una conducta reprobable, mal vista, incluso en las capas más profundas de nuestro subconsciente cultural, integrado por materiales depositados a lo largo de los siglos, a pesar de las manifestaciones que hoy se dan en determinados programas de televisión donde aparecen personas que ejercen el ejercicio del chismorreo como actividad remunerada en una sociedad donde parece que se han perdido los valores que otrora eran presentados como puntos cardinales.

La verdad es que los chismosos o cotillas no han gozado nunca de buena imagen en nuestro ámbito cultural, habiéndose siempre reprobado su comportamiento en los textos de las diversas religiones, que forman parte de nuestra cultura, y en muchas de nuestras grandes obras literarias. En relación a esto recuerdo que hablando con un amigo musulmán me refería cómo Mahoma quiso explicar socráticamente a sus compañeros el sentido  de la llamada ghiba, “hablar mal” de alguien ausente”. El Profeta les preguntó: "¿Saben lo que es la Ghiba?" Ellos respondieron: "Alá y su Mensajero lo saben mejor". Él les dijo: "Es decir algo sobre tu hermano que a él le pueda disgustar". Uno de ellos preguntó: "¿Y qué sucede si yo digo algo sobre mi hermano y es verdad?". A lo que el Profeta respondió: "Si lo que dices de él es verdad, es ghiba; y si no es verdad, es una calumnia". No es mejor la imagen que del chismoso se ofrece en la Biblia: Proverbios 16:28, “El hombre perverso promueve contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos”. Prov. 26:20, “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso cesa la contienda”. 

También del chismoso o cotilla hay numerosos casos en nuestra  literatura. Sacando a la luz algunos ejemplos me vienen a la mente los nombres de Celestina y de Pármeno, de la Tragicomedia de Calisto y Melibea;  o el del criado Senén, de El Abuelo de Galdós, que se dedica  a transmitir información sobre los otros personajes. Su comportamiento es rechazado en palabras dichas por el personaje central, al que puso voz y rostro Fernando Fernán Gómez en la versión cinematográfica de la novela, cuando  percibe la acción del chismoso Senén como un acto de deslealtad y le expresa su absoluta repugnancia: "Tu revelación traidora resulta verdadera. Es verdad. ¡Maldito rufián, déjame! Eres una babosa perfumada…". De igual modo se entrevé la perniciosa  función de los chismes en La  Celestina, ya que los dimes y diretes de la alcahueta terminan desencadenando una serie de acciones que conducen a la destrucción de las relaciones de amistad y de lealtad, así como a la pérdida de la vida de la mayoría de los personajes que van muriendo a lo largo de la trama: ajusticiados, asesinados, víctimas de accidentes o por suicidio. El proceso puesto en marcha por un chismoso puede resultar imprevisible tal como podemos ver en el desenlace de la obra de Fernando de Rojas donde las palabras de la chismosa Celestina son “como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas.”

 

 

 

1 comentario:

  1. No puedo más que estar de acuerdo contigo, Román. Me encanta la forma tan amena que tienes de tratar el tema.
    Ángel N.

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Muchas Gracias por su comentario.