A don Antonio Larrondo Cano in memoriam
Ser
liberal en España en los años sesenta del siglo XX no era algo baladí. Leer el Diario
“Madrid” o la revista “Triunfo” era considerado por los seguidores del Régimen como
indicio de que eras masón, rojo o las dos cosas a la vez. Por aquellos años
conocí a dos personas que no pertenecían a la clase obrera y que, curiosamente,
tampoco eran franquistas. Las dos tenían el mismo nombre, una de ellas era nada
menos que ingeniero, y, la otra, director por oposición (entonces existía el Cuerpo
de Directores de Primaria); las dos leían cosas que no eran comunes en aquellos
tiempos. El ingeniero solía comprar la revista “Triunfo” y el director de
primaria era lector asiduo del Diario “Madrid”. De los dos guardo muchos
recuerdos, entre ellos, que fueron los primeros liberales que conocí en mi vida.
Para mi eran LIBERALES procedentes de la mejor veta del liberalismo español del
XIX (Larra, Espronceda…), cada uno a su estilo. El ingeniero ya se fue hace
unos años, y hoy se ha ido, don Antonio, el director de primaria.
A don Antonio Larrondo Cano lo conocí allá por el año
1968 en una academia de las que había en Puertollano. Impartía clases de
Pedagogía a un pequeño grupo de estudiantes de Magisterio. Ya era por entonces
director del Colegio Público “Ramón y Cajal”. Vestía al estilo de don Antonio
Machado. Se empeñaba en que lo tuteáramos, cosa que tardaría muchos años en
conseguir ya que llegué a cumplir los cuarenta y todavía lo llamaba de usted. Mantuve
desde entonces, a pesar de la diferencia de edad, con él una estrecha amistad que
más tarde se hizo extensible a nuestras compañeras. Cuando mi hijo comenzó el
parvulario en 1986 lo hizo en el Colegio Público “Gonzalo de Berceo” cuyo
director era don Antonio Larrondo Cano, que había dejado la dirección del C.P.
“Ramón y Cajal”. Como el colegio estaba a unos metros de mi domicilio aquello
permitió que le hiciera numerosas visitas en horas libres y mantuviera con él
aquellas conversaciones que tanto me enriquecían.
Su mujer impartió clase a mis hijos siendo ya profesora
en un instituto de Ciudad Real a donde se trasladaron cuando Don Antonio perdió
injustamente su condición de director al suprimirse por ley el Cuerpo de Directores
de Primaria. De vez en cuando nos juntábamos las dos parejas y hoy recuerdo con
una sonrisa cómo yo seguía dirigiéndome a él de usted mientras que los demás
usaban el tuteo. Me llamaba la atención y yo le decía que tuviera paciencia,
que algún día lo tutearía y así ocurrió con el tiempo…, aunque para mí siempre
siguió siendo don Antonio.
En más de una ocasión lo acompañé en su viejo “seiscientos”
los fines de semana por los pueblos de la comarca de Puertollano a los que iban
sus alumnos a participar en las competiciones deportivas de aquellos años.
Tenía un tremendo espíritu competitivo. También le ayudaba a organizar la
biblioteca del colegio, tarea que hacía fuera del horario escolar. Cuando
terminé magisterio fue él quien me acompañó en su “seiscientos” a Ciudad Real
con objeto de gestionar los trámites para
que me expidieran el título de maestro (estudios que inicié gracias a Don
Eduardo Bernal Morales, otra persona inolvidable para mí).
En ocasiones le pedía consejo como si de mi
padre se tratara y hasta que empezó esta pandemia solía visitarlo en su casa
todas las semanas, donde siempre lo encontraba leyendo “El País”, periódico al
que estaba suscrito, y ya en los últimos meses solía ir a comprarlo a pesar de
que tenía dificultades respiratorias para caminar. En mis visitas comentábamos
la situación política actual sorprendiéndome siempre con su lucidez y
racionalidad; y, aunque estábamos de acuerdo en las cuestiones sustanciales, me
gustaba discrepar para suscitar pequeños debates. Sólo había una cuestión en la
que predominaba la pasión sobre el análisis: cuando se trataba de su Atleti.
Como yo lo sabía, no solía sacar el tema, sobre todo cuando ganaba el Real
Madrid.
Entrañable artículo, Román. Gracias por compartirlo con nosotros. Antonio, don Antonio, era un hombre honesto, ilustrado, muy trabajador y, en el sentido machadiano, un hombre bueno. Se nos están yendo los mejores, Román. Que en paz descanse !!
ResponderEliminarGracias, Rafael: es cierto que se van, pero algo de ellos dejan en los que quedan.
EliminarMe ha gustado mucho leer este homenaje de un compañero a otro compañero que se ha ido. Es un bonito reconocimiento a a una persona a la que admiras por todo lo que tan bien describes. Descanse en paz y me uno a tu dolor , compañero y amigo.
ResponderEliminarGracias por tu empatía en este tiempo de dolor. Un abrazo.
EliminarBuenos días. Enorme el comentario sobre estos dos maestros. Tuve el honor de conocer de D. Eduardo Bernal y comparto tus apreciaciones. Abrazos
ResponderEliminarDos personas de las que aprendí y cuya amistad me enriqueció,
EliminarUn abrazo.