VERSOS EN TARDE DE CANÍCULA
En estas tardes de canícula es bueno
refrescarlas con poemas de amigos. Os presento a dos que escriben versos desde siempre.
A uno de ellos lo conozco desde los años del Instituto, mi amigo Fernando; al otro,
desde los años de la Universidad, Manolo. El primero es manchego, aunque
afincado en Madrid; el segundo, granadino, vive en Málaga. De los dos he
escrito reseñas, artículos, prólogos y los he presentado en el Ateneo de Madrid
junto a Maestros tan queridos como Claudio Rodríguez y Jesús Hilario Tundidor, de
quien guardo un entrañable recuerdo de cuando fuera maestro de Fernando y mío
en aquellos años en que ambos éramos estudiantes en Puertollano, a finales de
los sesenta. De Fernando recuerdo las tardes en mi cuarto de la calle de Gran
Capitán cuando hablábamos de amores, sueños y de proyectos ¿De Manolo? Aquella
casa de la calle San Matías, en el corazón del Realejo granadino, por donde pasaron algunos de los que luego se
dijeron ser los creadores de la otra
sentimentalidad. Manolo tiene ese verbo cálido y equilibrado del buen
conversador; Fernando es menos hablador,
más callado, sin que por ello deje de tener facilidad de palabra, pero su
conversación es algo más conceptista. Si
recurriera a los tópicos podría escribir que el uno es andaluz y el otro manchego, y de ahí la diferencia,
los rasgos de su carácter. Pero todo esto sería charlatanería, y yo que soy,
como Fernando, de Puertollano, no voy a recurrir a esos trucos. Algo hay en los
dos que es común: un aire profundo y doloroso en sus versos, que se combina con
su vitalismo biográfico, del que doy fe notarial, pues he compartido con ellos
algunos momentos de esas ganas de vivir y he sido testigo de que ellos no
responden a esa imagen del poeta solitario
que plasma en sus versos sus frustraciones. En sus poemas están las esencias de
la poesía, las vetas temáticas de los auténticos poetas (y entre paréntesis
digo que ser poeta no es lo mismo que ser versificador) como la herida del
amor, la nostalgia indescriptible de esos paraísos que llevamos grabados a
sangre y fuego en el alma, o como quiera que se llame.
Fernando Mansilla pertenece a esa generación
de españoles de la que un día alguien (Manuel Salinas) escribió que había venido a partir el siglo
en dos mitades y acabó deshecha en mil trozos por el siglo. Aunque
personalmente no doy validez al concepto de generación literaria, sí reconozco
la posibilidad de que ante una misma experiencia colectiva surjan sentimientos
compartidos; esto es lo que produce en mí la obra literaria de Fernando
Mansilla: un sentimiento compartido. De su primer libro, “Poemario
ensoñado”, dijo Claudio Rodríguez que
era un libro auténtico; y es esta palabra, autenticidad, lo que define sus obras conocidas hasta ahora, pues Fernando en
sus versos se desnuda con una mezcla de candor y abrasiva melancolía; en una
escritura sin un plan premeditado, reveladora de sucesivos estados de ánimo, de
ciertas desesperanzas y algunas esperanzas, tal como se refleja en este poema que pertenece a su último poemario, todavía
inédito.
AUNQUE AHORA
A los que aguantaron el envite con una mirada
comunitaria
Aunque ahora,
por momentos,
tiemble el pulso,
porque el gallo canta en la noche
y espolvorea en siembra el desatino,
mañana será otro día.
El designio no escapa,
está varado en sufrimiento...
infinitos desvelos derramados...
perpetuas heridas de ausencias.
A pesar de todo, girará la noria,
las negras nubes volarán...
clareará la madrugada,
y nacerán golondrinas de rosal
bajo una primavera de amapolas.
La luna es testigo,
en este juego de ruleta rusa,
el perdedor no se amilana,
su brújula incansable
siempre señala al norte.
Y por orden alfabético, pues tanto monta, monta tanto la poesía de Manuel como la de Fernando,
escribo a continuación de Manuel Salinas, pero lo voy a hacer recurriendo a
unos versos suyos como presentación:
Quizás
no haya nadie más tristes que nosotros
Que
vinimos a partir el siglo en dos mitadesY acabamos en esta calle
Deshechos en mil trozos por el siglo.
Desde que Manolo escribió estos versos ya ha
caído más de un aguacero, luego, pasada
la tormenta, su poesía optó por la aventura de vivir y se han convertido en
“una sencilla pasión contra la muerte” o, dicho, de otra forma, en un obstinado
deseo de vivir feliz, en paz consigo mismo, “la eternidad pequeña del arrayán,
la secreta noche del limonero”. Ese deseo de vivir se trasluce en el poema,
también inédito, “Carro de fuego”, lleno de imágenes que reflejan esa pasión por
la vida, que es música, color, sensualidad…
CARRO
DE FUEGO.
“El poeta mira al mundo como un hombre mira a
una mujer”.
W. Stevens.
Llévame a los cielos
envuelto
en el fuego de las cosas que amas;
hospédame
a solas en su corriente;
pídeme
socorro con un perfume de flauta de espinas;
avívame,
soy lumbre,
violeta
sonora de un ático donde las niñas
se
peinan con alondras y cantan.
Vuélame
la noche, la tarde, el claro día.
Madúrame
la casa de verde fruta.
Lléname
de saltos de caballo el alma.
Llámame
con sueños por mi nombre de poeta.
Coróname
de migas de buen pan. Ampárame
y baila
hermosa, mientras el mundo se hunde,
con un
dulce violín en la solapa.
Regálame
esa nube para gastarla juntos;
dime
que sí. Dame la tinta, la luz, el agua: todo
lo que
sea tuyo y tiemble de alegría
en los
falsos oros de esta pavana
que la
muerte templa en los atardeceres con niebla.
Qué grande, tener amigos como tu. Abrazos, Paco
ResponderEliminarAunque Van Rompuy haya publicado haikus con desigual fortuna, es muy difícil ser Poeta en un mundo tecnocrático. Mediocres pueblos universalizados danzan, en una eterna Rave, a ritmo del crujido colectivo de la naturaleza humana ante el infortunio inducido por el despotismo financiero. Pero los Poetas siguen, disociados entre la rosa y su leñoso sostén y como el cornudo Catulo se atormentan.
ResponderEliminarPoeta
Poeta hombre dios
Tú ante el abismo lúcido
Murmullo eterno
La palabra en ti júbilo
Y un desgarro insufrible.
Como siempre, querido Julio, tus reflexiones y tus versos, no me dejan indiferente. Un abrazo.
EliminarExcelente reseña y muy bellos poemas de Manuel Salinas y de Fernando Mansilla. Muchas gracias por compartirlos.
ResponderEliminarUn saludo cordial desde Miami.
Jeniffer Moore
Miami, Florida. USA
Muchas gracias.
EliminarBendita disociación la de los poetas, quienes, a pesar del gris oceánico del entorno, desamarran el velero y surcan sus tormentos. Es la alegría del ojo que, sin escapar de la multitud, inventa un paisaje de sol.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho la lectura de este post, los poemas y los comentarios. Volveré, sin dudas.
Desde Miami, Fl., hasta pronto.
Muchas gracias.
EliminarDos poemas magníficos de dos autores inevitable, una vez que se conocen. De lo mejor que he leído...para mí, escuela, emoción, identificación emocional. Un abrazo agradecido.
ResponderEliminarAgradecido.
Eliminar